Saber priorizar
Saber priorizar nuestras tareas diarias es importante por varias razones: la primera para poder asegurar que alcanzaremos el objetivo con el que nos hemos comprometido, bien con nosotros mismos o con un tercero, la segunda no acumular una ansiedad adicional en nuestro trabajo o en nuestro entorno familiar, la tercera caminar en la senda del aprendizaje en cuanto a la toma de decisiones, y la cuarta disminuir la presión que ejercemos sobre los demás para cumplir con nuestros compromisos.
Planificación de prioridades
Para establecer nuestras prioridades, el método que puede ser más acertado es jugar con dos variables: lo urgente y lo importante.
Todo lo que sea urgente e importante debemos poner en primer lugar, después lo urgente, después lo importante pero no urgente, y lo último, lo no urgente y no importante. Nuestros compromisos no permanecen estáticos, es decir, lo que era antes urgente ahora no lo es, y lo que no era importante ahora lo es. Ello nos obliga a ser flexibles y mantener una lista de nuestros compromisos siempre abierta y flexible, donde podamos recolocar el orden de prioridad de cada uno de ellos en función de cada momento.
Cuanto mayor sea nuestra capacidad de vislumbrar nuestro compromiso, mejor, puesto que nuestra capacidad de organización aumenta a la vez que nuestra ansiedad y de nuestros colaboradores.
Flexibilidad
Nuestros compromisos no son estáticos y podemos decidir variarlos, pero con una condición: hacerlo visible a los demás lo más anterior posible a la fecha de realización. Para nuestros jefes y subordinados, amigos, vecinos, es importante que conozcan cuanto antes si vamos a poder cumplir nuestro compromiso de la forma y en los plazos que acordamos. Cuanto antes lo sepan, mejor, más capacidad de solucionarlo y de fijar nuevos compromisos y nuevos plazos.
Cuando lo anterior no lo hacemos, es cuando se produce el enfado de lo demás con nosotros y su pérdida de confianza hacia nosotros por no cumplir los compromisos. Confianza que nos costará mucho volver a disfrutar.
Pedir ayuda
Muchas veces que necesitamos ayuda para cumplir con nuestros compromisos, no la pedimos a las personas que tenemos identificadas que nos la podrían prestar. No lo solemos hacer por dos razones principalmente:
La primera es porque nos tendríamos que mostrar vulnerables. Nuestra conversación interna podría ser: «van a pensar que no puedo con este reto, que no sé hacerlo», cuando debería ser: «no lo sé todo, es una oportunidad para que ambos aprendamos y nos superemos».
La segunda es porque debemos aprender a expresar nuestras necesidades y estar preparados para recibir un «no» a nuestra propuesta, que no es lo mismo que a nuestra persona. Para que los demás se impliquen con nosotros, primero deben conocer nuestras necesidades; solamente desde ese punto se produce la cooperación.
Cuando pedimos ayuda, tenemos conciencia de lo que necesitamos para cumplir el compromiso; logramos ser más eficientes. Cuando recibimos ayuda, reafirmamos nuestro compromiso, e implicamos a más personas en su resolución.
Si te interesa trabajar tu capacidad para pedir ayuda, para aprender a pedir ayuda, te puedo acompañar con sesiones de coaching laboral. Puedes localizarme en el 660-51-86-62. Tengo el despacho en Madrid, zona Nuevos Ministerios.