El sábado cuando iba a clase de estiramientos en el parque fui testigo de una escena que, sin ser la primera vez que era testigo, me sobrecogió.
La escena fue la siguiente: un dueño de perro llevaba a su perro suelto por el parque. En ese momento llegó un ciclista que tuvo que hacer un quiebre para no atropellar al perro; el dueño, en vez de disculparse, puesto que el ciclista se hubiese podido caer y hacerse bastante daño, comenzó a increparle, insultarle de una manera totalmente desproporcionada.
Emociones permitidas y emociones prohibidas
La escena que describo es un claro ejemplo de cómo emociones más «permitidas» las expresamos y ocultamos otras. Os preguntaréis: ¿Qué quiero decir? Para el dueño del perro le resulta más fácil enfadarse, expresar la rabia y ponerse como un energúmeno que conectar con el miedo y pedir perdón, como hubiese hecho alguien más sano emocionalmente y, desde luego, más educado.
Educación emocional
Es muy importante la educación emocional desde la infancia para aprender a gestionar nuestras emociones de manera saludable.
La educación emocional es un proceso continuo que busca desarrollar las habilidades necesarias para reconocer, comprender y gestionar nuestras propias emociones, así como las de los demás. Va más allá de simplemente identificar si estamos felices o tristes; implica cultivar la empatía, la autoconciencia, la regulación emocional y las habilidades sociales.
Cuando el enfado oculta el miedo
El enfado como emoción externa siempre oculta otra emoción más «blanda», una emoción que nos conecta más con nuestro interior y con algo más profundo de nuestro ser. Hay personas que les resulta más sencillo expresar el enfado que el miedo. Suelen ser personas con una imagen idealizada de sí mismas como fuertes y valientes. No toleran que se las pueda identificar como «débiles», no se permiten sentir vulnerabilidad.
Cuando el miedo oculta el enfado
En otras ocasiones es al revés: la emoción más visible es la duda, el miedo, o incluso la inseguridad; debajo de dichas emociones puede haber enfado o ira. Son personas que se identifican con una imagen idealizada de sí mismas como «buenas», correctas; suelen afirmar que prefieren callar para generar conflictos.
No hay emociones buenas y malas
La familia, en concreto, y la sociedad en general, a menudo, etiqueta ciertas emociones como «positivas» o «negativas» y cómo estos juicios pueden influir en cómo experimentamos y expresamos nuestras emociones.
La función adaptativa de todas las emociones
Cada emoción, incluso las consideradas «negativas», tiene una función adaptativa para nuestra supervivencia y desarrollo como especie. Por ejemplo, el miedo nos alerta de peligros, la tristeza nos ayuda a procesar pérdidas y la ira nos impulsa a defender nuestros límites. Las emociones para tener una expresión saludable tienen que estar alienadas con lo que sentimos.
Si es tu caso, tienes dificultad en la expresión emocional y busca una psicóloga para aprender a gestionar tus emociones, puedo ayudarte. Tengo consulta presencial en Madrid, zona Nuevos Ministerios y también tengo consulta online. Puedes localizarme en el 660-51-86-62