La sociedad actual fomenta las idealizaciones
Es bastante frecuente idealizar, más en la sociedad actual, donde parece que todo lo que deseas, todo lo que te propones… lo puedes tener. Los mensajes publicitarios nos marcan y algunos mensajes de ciertos profesionales del «coaching» también: «Puedes llegar donde te propongas», «Las limitaciones están en tu cabeza», «Si no lo consigues es porque no quieres», etc.
¿Qué es un ideal?
Es un motor, un impulsador que nos lleva a alcanzar metas, objetivos; por eso nos hace superarnos, ya que imaginamos que alcanzamos objetos o situaciones, o que realizamos acciones provechosas para nosotros.
¿Cuándo es dañino un ideal?
Cuando el ideal no es nuestro, sino adquirido, es decir, cuando es un ideal tirano, al servicio de nuestro narcisismo: cuando vamos detrás de la «zanahoria» y cuando la conseguimos, seguimos insatisfechos, y, entonces, nos enganchamos a la siguiente «zanahoria».
El fin de la idealización es mantener una ilusión narcisista a través del objeto idealizado, es decir, decirnos que somos «geniales» por conseguir tal o cual cosa. Cuando la persona se valora por conseguir, por adquirir, por poseer, y no por ser.
Tan dañina es una idealización desmedida como una desvalorización
Las personas funcionamos con idealizaciones; cuanto más alejada está la idealización de nuestra realidad, más frustración, sufrimiento y dolor sufrimos. Aceptar que no somos seres completos, que no podemos con todo, nos lleva a atravesar la frustración y aceptar nuestra propia mediocridad.
Tan dañina es una idealización desmedida, cuando distorsionamos la realidad, como cuando nos desvalorizamos.
Cuando tenemos una idealización, únicamente tenemos dos opciones:
1. Ponernos en movimiento, en acción, para llegar donde queremos; esto implica dedicación, esfuerzo, sacrificio, enfrentarnos a nuestros miedos, retarnos a nosotros mismos.
2. Bajar la idealización y aceptar y/o conformarnos con otra cosa.
Hay personas que quieren el ideal sin estar dispuestas a pasar por la frustración que conlleva ir a por ese ideal, sin querer esforzarse, sin querer sacrificarse, sin querer sufrir; lo que quieren es conseguir el ideal como por arte de magia, como cuando en la infancia queremos algo a los Reyes y nos lo traen; lo pido y lo tengo.
Sin embargo, hay otras personas que se ponen en marcha, usando buena cantidad de recursos para conseguir su ideal, pero después de un tiempo, se dan cuenta de que no pueden, no llegan, les falta algo; es entonces cuando entran en una espiral de desvalorizaciones, diciéndose que no sirven, no son buenos, no valen. Algunas personas llegan a deprimirse, porque no aceptan que no tienen más remedio que bajar el ideal y aceptar la realidad, aceptar sus limitaciones.
Ejemplo: Después de estudiar mucho inglés y presentarse varias veces a las certificaciones, una persona puede:
- Aceptar que no va a obtener el nivel de «Proficiency», y que un nivel de «Advance» no está nada mal, y que es suficiente para lo que le necesita en el trabajo y, en general, en la vida.
- Deprimirse, decirse que es un fracasado por no llegar al nivel más alto.
- Quedarse bloqueado y evitar inconscientemente no ir a los exámenes para no darse cuenta de que nunca será bilingüe, es decir, que nunca conseguirá la idealización de perfección.
Entonces, ¿qué es lo saludable? Aceptar que todos tenemos carencias, no somos seres perfectos, y, sin embargo, podemos tener una buena vida.
En conclusión, podemos pasarnos la vida detrás de la «maravillosa zanahoria» o disfrutar con «la ensalada de la vida». De nosotros depende hacer de nuestra vida una vida más vivible.