Hay amores que no crecen en tierra firme, sino en las grietas de lo imposible. Como esas enredaderas que buscan la luz trepando por muros ajenos, muchas mujeres se encuentran amando donde no pueden echar raíces: en la historia de un hombre que está en un vínculo amoroso.
En terapia, a veces aparece este patrón: mujeres inteligentes, sensibles, vitales… que, sin entender del todo cómo, se han enredado emocionalmente con un hombre casado. Lo que empieza como una pasión intensa se transforma con el tiempo en espera, silencio, promesas aplazadas y un profundo sentimiento de dependencia.
¿Lo que hay detrás de este tipo de relaciones es una falla en el autoconcepto, dependencia emocional y necesidad de amor?
La ola que arrastra: dependencia emocional
Detrás de ese “no puedo dejarlo” suele esconderse una dependencia emocional. Una creencia inconsciente de que la propia valía está ligada al amor del otro.
Pero, además, hay algo más sutil: una narcisización a través del vínculo. Estar con un hombre con poder, prestigio o posición social puede alimentar la fantasía de ser “elegida” por alguien valioso.
El brillo del otro actúa como espejo, reflejando un yo idealizado, aunque sea un reflejo prestado.
En ese espejo, sin embargo, la mujer deja de verse a sí misma. Se desvanece su identidad, sus valores, sus sueños propios. Todo gira en torno a él: cuándo llama, cuándo puede acudir a un encuentro, si esta vez cumplirá su promesa.
La espera se convierte en modo de vida. Y, sin darse cuenta, la mujer empieza a vivir de ausencias.
La ilusión del viento: fantasía y evitación del contacto real
Estar con un hombre casado es, en el fondo, una historia de fantasía y de distancia.
No hay un contacto real, sino una ilusión de cercanía: un amor “a ratos”, protegido por la distancia que impone la imposibilidad.
Mientras se alimenta el deseo, se evita el verdadero riesgo de estar en una relación real, cotidiana, donde el otro se muestre sin disfraces.
En ese sentido, hay una independencia encubierta dentro de la dependencia: la mujer, sin darse cuenta, elige un amor imposible para no exponerse al vértigo de una relación auténtica.
Como escribió Galdós en Fortunata y Jacinta, “ella le quería más que a su vida, y, sin embargo, no sabía qué hacer con la suya”.
Fortunata representa a tantas mujeres que, por amar demasiado, se olvidan de sí mismas.
El trabajo terapéutico: reconstruir el autoconcepto
En terapia, el proceso comienza por trabajar la idea que la persona ha forjado sobre sí misma, trabajar el narcisismo herido, para que la mujer pueda verse como una persona completa, apoyándose en su propio valor, conectando con su seguridad interna, sin necesidad de sentirse valiosa o válida por estar con un hombre que brilla.
Es necesario trabajar las creencias limitantes: esas ideas heredadas sobre el amor, la entrega, el sacrificio y el rol femenino.
Es un proceso de reconstruir la identidad desde dentro, como quien vuelve a plantar un bosque después de un incendio.
Se exploran los miedos a vincularse con hombres disponibles y que quizá no brillan tanto, los temores al compromiso real y al contacto con lo cotidiano. Porque, muchas veces, amar a un casado es una manera inconsciente de evitar el miedo a una relación que de verdad pueda prosperar.
Cuando la mujer está preparada, llega el momento de dejar esas relaciones de dependencia, elaborar el duelo y abrirse a nuevas formas de amor. Un amor más libre, más consciente, más humano.
Un amor donde pueda mirarse al espejo y reconocerse entera.
Más allá de Fortunata
Liberarse del “Síndrome de Jacinta” —esa forma moderna del Síndrome de Fortunata— no significa olvidar el amor vivido, sino transformar el vínculo con una misma.
Aprender a mirarse con la misma pasión con la que antes se miraba al otro.
Aprender a elegir desde el deseo propio, no desde la necesidad.
Y, sobre todo, aprender a amar sin perderse.
Porque ninguna mujer vino a este mundo para ser el capítulo oculto de la historia de otro.
Vino para escribir su propia historia con sus deseos y sus necesidades, sus fracasos y sus éxitos.
Si te reconoces en este texto y sientes que ha llegado el momento de dejar de depender y esperar, podemos trabajarlo juntas. En terapia podrás reconectar con tu valor, sanar el vínculo y construir una forma de amar más libre y consciente.
Imagen de Rondell Melling en Pixabay






