Encontrar pareja
Cuando me recuerdo de soltera, me vienen mis actividades: los viajes de buceo, las aventuras en Latinoamérica, las salidas con el club de trekking, las salidas a navegar … y aunque nunca fui muy amiga de la noche, también me corrí mis juergas por la movida madrileña. Así contado suena bonito y muy divertido, a ratos me sentía feliz, tenía dinero, viajaba, conocía gente, no paraba en casa, trabajaba en lo que yo creía que me gustaba (muchas horas)… pero también recuerdo los momentos de soledad, cuando abría los ojos los domingos por la mañana y no tenía a nadie a quien dar los buenos días, ningún plan para ese maldito día de la semana (-ya lo podrían eliminar del calendario, pensaba-).
A quién elijo como compañero de vida
Siendo soltera, encontraba mucha gente disponible para salir, tomar una copa, viajar… Y los buenos amigos, estaban casados o en pareja… Me sentía fuera de lugar, echaba de menos tener un compañero con quien compartir el camino de la vida… ¿Por qué yo no era capaz de mantener una pareja?, ¿por qué elegía a hombres que me sacaban 20 años?, ¿buscaba un padre?, ¿buscaba protección?, ¿buscaba reconocimiento?
Recuerdo a todas mis parejas, muchas como excelentes amantes, pero también recuerdo la poca comunicación que había, yo no decía lo que quería, lo que deseaba… Me recuerdo esperando, a que ellos estuviesen preparados, a que estuviesen listos, a que me viesen como una compañera de vida… ¡Ese momento no llegaba, y yo me frustraba y me cogía unos cabreos! No recuerdo haber sido especial, única para ninguna de mis parejas, me sentía con “peros”, esos “peros” que terminan minándote, porque nunca era lo suficientemente inteligente, lo suficientemente interesante, lo suficientemente tranquila, lo suficientemente delgada…
Compromiso y dependencia no son lo mismo
Detectaba que la pareja no iba bien y no podía cortar y alargaba las parejas como se estira el chicle, que sabes que se va a terminar rompiendo por el sitio y en el momento más insospechado… ¿Por qué no podía poner límites?, ¿por qué no podía decir BASTA?, ¿por qué aguantaba desplantes?, ¿por qué me ponía como una niña pequeña demandando afecto y atención? Años después, a esto le puse el nombre de dependencia, y también apego ansioso.
Han tenido que pasar años, bastantes parejas frustradas y también unas cuantas sesiones de psicoterapia para darme cuenta de lo que yo quiero de una pareja, lo que yo quiero de un hombre, de por qué solo me fijaba en los “chicos malotes”, ¿por qué no me gustaban los dulces, y cariños? Yo interpretaba lo dulce como débil y huía de los débiles; yo no quería ser vista como débil, ¿yo débil?, antes muerta. ¡Menudo autoengaño!, todos somos débiles y fuertes.
También tenía un problema con el compromiso, yo no reconocía que el problema lo tenía yo, y responsabilizaba a mis parejas: “Son ellos los que no quieren comprometerse”. Para mí comprometerme era perder mi libertad, tener que someterme, perder mi individualidad, tener que dejar las cosas que me gustan.
Este relato puede ser el relato de cualquier mujer u hombre que desean encontrar a una persona con la que compartir su vida y tienen dificultad en encontrarla. Este artículo es ficción, lo he elaborado con lo que escucho en mis sesiones de terapia.
Si tu problema es encontrar al hombre o la mujer con la que compartir tu vida, te puedo ayudar con sesiones de psicoterapia. Tengo el despacho en Madrid, zona Nuevos Ministerios. Puedes localizarme en el 660-51-86-62.
 
								 
													 
													






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