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El blog de Coaching-Gestalt

La angustia de la ruptura

La angustia después de una ruptura

Después de una ruptura, cuando nos transmiten que ya no nos quieren, que ya no desean estar con nosotros, que no quieren seguir viéndonos, que se acabó el contacto, que no se van a producir más encuentros; es normal entrar en cierta negación, negamos lo que acaba de ocurrir, negamos lo que hemos escuchado y nos quedamos esperando ¿Quién no se ha quedado esperando? ¿Esperando a qué? ¿Esperando a quién? ¿Para qué esperar? Un tumulto de angustia suscitado por la espera del ser amado en forma de llamada telefónica, carta, e-mail, like en FB o Instagram.

Escenografía de la espera

Mentalmente organizo la espera, la diseño, fantaseo lo que va a pasar, como de una pieza de teatro se tratase. Montamos el decorado: en un café, tenemos una cita para reencontrarnos, espero, se retrasa, miro el reloj muchas veces, me preocupo, ¿Habrá pasado algo? ¿Qué hago? ¿Espero? ¿Me voy? Siento enfado, ¿Cómo puede hacerme esperar un día así? Quizás no tiene el mismo interés que yo en la cita. ¿Qué siento? Abandono, ira. Miro a los demás que entran, charlan, bromean, leen tranquilamente: ellos, no esperan.

¡Ay! Cuando la realidad no se corresponde con la fantasía… Dolor, desasosiego, angustia… Espero con ansiedad esa llamada, esa señal que me diga que no se ha acabado todo, que hay esperanza, que todavía puede volver a surgir el amor…

¿Para qué me sirve la espera?

Para no enfrentarme a elaborar el duelo, para que no me duela, para seguir demostrándome que sigo enamorado, no acepto la vida sin el amado. A veces, quiero jugar al que no espera; intento ocuparme de otras cosas; pero pierdo a este juego. La identidad fatal del enamorado no es más que ésta: yo soy el que espera.

La espera es un encantamiento

Me doy la orden de no moverme, de no hacer, de no charlar, de no “ocuparme”, porque ya estoy “ocupada” mirando la pantalla del móvil, si está en línea o no, si suena el ring de la llamada o el silbido del WhatsApp.

Me privo de salir de casa, me privo de quedar con amigos, me privo de respirar tranquila y profundamente, me privo de divertirme, ya que los siento como tiempo perdido. La angustia de espera quiere que yo me quede en un sillón al alcance del teléfono, sin hacer nada.

El ser que espero no es real

El ser que espero «lo creé y lo recreé sin cesar a partir de mi opacidad de amor, a partir de la necesidad que tengo de él». Yo lo creo, si no viene, lo alucino, en este sentido, la espera es un delirio. No es real porque el real ya me dijo que no tenía interés en mí, en seguir en mi vida, pero esto no lo escucho, no me interesa cerrar esta historia, quiero seguir esperando y fabricando un personaje de ficción

Y mucho tiempo después la relación amorosa se ha apaciguado conservo el hábito de alucinar al ser que he amado: a veces me angustio todavía por una llamada telefónica y creo conocer la voz que amaba o la silueta entre la multitud; soy un mutilado al que continúa doliéndole la pierna amputada.

Un mandarín estaba enamorado de una cortesana. «Seré tuya, dijo ella, cuando hayas pasado cien noches esperándome sentado sobre un banco en mi jardín, bajo mi ventana.» Pero, en la nonagésimo novena noche, el mandarín se levanta, toma su banco bajo el brazo y se va.

Artículo inspirado en “La Espera” de Roland Barthes. Fragmentos de un discurso amoroso. S.XXI, México, 2004.

Fotografía: @perezandres

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El blog de Coaching-Gestalt es un espacio para compartir. Encontrarás artículos relacionados con psicología, coaching, lecturas recomendadas, reflexiones en modo de historias sobre el Camino de Santiago. Me gustará recibir tus comentarios y te aclararé las dudas que te puedan surgir sobre los temas desarrollados.

Elena Cocho

Realizo terapia individual con adultos, atiendo parejas, asesoro a padres en temas de educación y de gestión de emociones, acompaño a ejecutivos y directivos en sesiones de coaching e imparto talleres.

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